Hace más de 5.000 años, los primeros pobladores hicieron de aquí su hogar. Aprendieron a aprovechar los recursos.
Nace la dehesa extremeña.
Grandes pilas vettonas son vestigios de una importante industria alimentaria desarrollada durante la edad del hierro.
Si las catedrales se inspiraron en los bosques, el lugar por el que discurre este itinerario bien puede ser un templo vivo; las tribus celtas adoraron a la naturaleza.
Experimenta pasear bajo el enorme dosel que conforman magnánimos robles. Entre ellos el Roble de Romanejo, símbolo en el escudo de Cabezabellosa, con una edad estimada superior a 500 años.
Este extenso carvajal es aún refugio y hogar de una variada y particular vida salvaje.
No puedes dejar de visitar Extremadura sin conocer tan singular foresta con sus maravillosas vistas a dos valles.